martes, 23 de julio de 2013

Saltarse el desayuno afecta negativamente a la salud


Que el desayuno es la comida más importante del día no es sólo cosa de abuelas o madres. Ahora, la ciencia lo confirma. Según un estudio realizado en casi 27.000 personas, los hombres que acostumbran a saltarse su café con tostadas tienen mayor riesgo de sufrir infarto de miocardio. Así lo revela un grupo de investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en Boston (EEUU). 

Estudios previos ya han asociado este tipo de manías con los principales desencadenantes de los problemas coronarios, como son el sobrepeso, la hipertensión, el colesterol alto o la diabetes. «Eran ensayos pequeños y con un seguimiento de la salud de los participantes muy limitado», señala Leah E. Cahill, responsable de esta nueva investigación, que ha analizado la historia clínica de 26.902 hombres durante 16 años. 

Nadie cuestiona la inconveniencia de saltarse ninguna comida del día, especialmente en niños, pero «faltaba la evidencia científica que avalase este consejo en adultos», que son precisamente quienes, cada vez más, comienzan el día sin ningún aporte nutricional. En 2002, un sondeo estadounidense desvelaba que el hábito del desayuno había caído de un 86% en 1965 a un 75% en 1991, una tendencia que acarrea algunos problemas de salud, especialmente para el corazón. 

Lo que se ha visto en la mayoría de los estudios, señala Julián Villacastín, jefe de la Unidad de Arritmias y director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, «es que los adolescentes que se saltan el desayuno tendrán peor perfil cardiovascular, más colesterol malo y más grasa abdominal», lo que implica más papeletas para sufrir enfermedades cardiovasculares. 

Con el objetivo de ver qué ocurre en los adultos, los investigadores de Boston analizaron los datos de las encuestas realizadas a los participantes (de 45 a 82 años), todos relacionados con la profesión sanitaria: médicos, enfermeras, farmacéuticos, etcétera, y la mayoría (97%) eran descendientes de europeos. Es decir, gente «con buena calidad de vida y con posibilidades económicas e información suficiente» como para cumplir con las recomendaciones. 

Comprobaron la frecuencia de sus comidas diarias y lo relacionaron con los episodios de infarto de miocardio registrados en el transcurso de los 16 años de seguimiento. Al final del estudio, 1.527 participantes sufrieron un infarto de miocardio. Ajustando los resultados con otros factores de riesgo como el ejercicio y la dieta, Cahill y su equipo observaron que, en comparación con los hombres que sí desayunaban, aquellos que no lo hacían tenían un 27% más de riesgo de sufrir esta enfermedad coronaria. 

Dados los resultados, no es lo mismo saltarse el desayuno que cualquier otra comida del día. De acuerdo al ritmo circadiano (el que rige las necesidades fisiológicas según el ciclo de luz solar y de la noche), «a primera hora de la mañana empieza a liberarse adrenalina, aumenta la producción de insulina y, entonces, se activa el metabolismo», explica el cardiólogo Villacastín. Ante «la falta de nutrientes, el organismo tiene que conseguir energía a través de otros mecanismos (por ejemplo, usar grasa de otros sitios) que son más perjudiciales» para la salud del corazón. 

Según el estudio, hay algunos rasgos que determinan el perfil de quienes tienden a saltarse la comida más importante del día. Aquellos que no desayunaban en este experimento (alrededor de un 11% del total de los participantes) eran más jóvenes, fumaban más, trabajaban a tiempo completo, eran solteros, tenían menor actividad física y bebían más alcohol. También dormían menos y veían más horas la televisión. 

No obstante, el estrés no parece ser la única causa del ayuno. También es importante la «escuela de la vida», apunta el especialista español al comentar este estudio. «Igual que se aprende que hacer ejercicio es bueno para la salud o fumar es perjudicial, también que desayunar reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular». 

El artículo, difundido en la revista Circulation (el boletín oficial de la Asociación Americana del Corazón), señala un dato más: comer tarde por la noche también aumenta el riesgo de infarto. De hecho, esta práctica implica un 55% más de riesgo que quienes cenan a su hora y después no pican antes de ir a la cama. 
En definitiva, «no se salte el desayuno si quiere tener menos posibilidades de sufrir un infarto», concluye Cahill. Aunque estos resultados aún deben comprobarse y confirmarse en las mujeres y otros grupos étnicos, desayunar 

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