jueves, 11 de julio de 2013

Arte primitivo en México


La arqueología mexicana celebra estos días como si de un éxito deportivo se tratara el hallazgo de unas 500 piedras grabadas hace 6.000 años en el desierto Blanco de Coahuila, una árida región del norte de México, en la frontera con Estados Unidos. 
Un sol con líneas paralelas que salen disparadas del núcleo, círculos concéntricos, misteriosos grabados en forma de serpiente o líneas que reflejan el paso de un cometa… En mitad del desierto de Coahuila el Instituto Nacional de Antropología (INAH), descubrió el sitio arqueológico con mayor cantidad de petrograbados. Cientos de enormes piedras, repartidas a lo largo de dos kilómetros a la redonda, con ocho mil figuras talladas que prometen empezar a hablar desde ahora. 

El descubrimiento es todo un libro para interpretar los hábitos de los grupos de pobladores del norte de México, ya que hasta ahora sólo se tenía conocimiento de su forma de vida a través de los campamentos donde habitaron los antiguos grupos de cazadores recolectores. En dichos lugares se habían encontrado fogones, algunas puntas de flecha y restos de talla en lítica. 
«Los materiales de lítica descubiertos en Narigua son evidencia de actividad humana y confirman que los pobladores estuvieron fabricando herramientas para sobrevivir», explicó el arqueólogo Gerardo Rivas, jefe de la misión arqueológica. 

A pesar de que aún no se tiene mucha información sobre los grupos nómadas que habitaban esta inhóspita región en comparación con otros hallazgos y distintas investigaciones etnográficas entre los pueblos indígenas que sobrevivieron hasta épocas recientes, se sabe que este tipo de tallas forman parte de rituales de iniciación, de cacería del venado o de observación del cosmos. En definitiva, trazos elaborados con rudos instrumentos pero que sugieren una delicada habilidad de sus autores, sorprendidos y reverentes ante el universo. 


A través de un comunicado, el INAH ha detallado que la zona arqueológica de Narigua sería la primera en estar abierta al público y que el hallazgo se distribuye en varios puntos de la sierra. Por el momento, se ha acondicionado una ladera mediante la construcción de andadores que permiten caminar sin tener que escalar hasta los petrograbados. Actualmente se tiene el avance de poco más de 50%; es decir, la brecha ya está abierta en kilómetro y medio, de los dos que comprende el área en la que hasta el momento se han localizado las manifestaciones. Los arqueólogos han explicado que las características de los petrograbados varían de un lugar a otro. En algunos predominan cuentas de puntos y círculos concéntricos, aunque hay otro tipo que consiste en combinaciones de líneas rectas, onduladas y quebradas. En ciertas rocas hay representaciones de huellas de venado, señaló. 

Pero el descubrimiento de los grabados no es sólo una buena noticia desde el punto de vista arqueológico, sino también económico, ya que esta empobrecida región del norte de México, azotada por la sequía, ha empezado ya a sacar provecho a las piedras. Los trabajos de recuperación del sitio se realizan a través de un programa de trabajo temporal destinado a la gente del lugar. 
México sigue siendo una mina sin explorar para los nuevos Indiana Jones en busca de retos. Recientemente en el estado de Campeche, al sur de México, en medio de 723.000 hectáreas de selva, se descubrió la ciudad de Chactún, una ciudad milenaria de la civilización maya a la que habían llegado lugareños de la península de Yucatán, pero nunca una expedición científica. Hasta hace dos semanas. 

Unos restos arqueológicos (jamás diga ruinas, porque ofendería gravemente a cualquiera de los trabajadores del INAH) en la que aparecieron varias pirámides (la más alta de 23 metros de altura) y numerosos edificios. Y es que como explicó el arqueólogo Ivan Sprajc a este periódico «en pleno siglo XXI, todavía hay lugares en el mundo inexplorados o ‘blancos en el mapa’, como les gusta decir a los eruditos».

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