lunes, 3 de diciembre de 2012

Así fue como desaparecieron las entradas del Madrid Arena



Miguel Ángel Flores
La noche de la tragedia de Halloween había tanta gente en el Madrid Arena que, según fuentes de la investigación, muchos jóvenes siguieron entrando cuando ya había ocurrido la avalancha que mató a cinco jóvenes. Diviertt S.L., la empresa organizadora, había montado con vallas de obra un pasillo que pasaba de largo frente a la entrada del edificio, daba la vuelta y finalmente regresaba a una zona con toldos y taquillas. 
Allí estaba la principal prueba de cargo contra Miguel Ángel Flores, el dueño de Diviertt y cerebro de las fiestas organizadas por la empresa: los tickets, que desaparecerían pocas horas después durante 16 días. La dirección de Flores era tal que él mismo había estado un día antes en esa explanada, dando órdenes y supervisando los trabajos junto con Carlos Manzanares, el administrador de Kontrol 34, y con el responsable de la empresa Dato, encargada de proporcionar el software para el control de entradas. 

¿Qué sucedió para que los tickets no fueran hallados en la inspección ocular del juez Eduardo López Palop, y aparecieran tres días después, facilitando la impugnación realizada por la defensa de Flores por, presuntamente, haberse roto la «cadena de custodia»? Obviamente, sostienen fuentes policiales, operarios vinculados a la organización de la fiesta distrajeron las ocho cajas, en realidad contenedores como de basura, para tratar de ocultar lo evidente: se habían vendido muchas más entradas de las permitidas. He aquí la historia de las entradas perdidas del Arena. 

Cuando ese pasillo inicial para dirigir a la gente llegaba a la explanada que da paso al Arena se multiplicaba en unas 15 filas que después terminaban en ocho puestos, todos ellos bajo una jaima que cubría el espacio a lo ancho. 

En cada uno de esos puestos, dos personas comprobaban la autenticidad de las entradas en uno de los ocho portátiles con el software proporcionado por Dato. Los tickets, tras pasar el filtro de autenticidad, eran guardados en unas urnas: las famosas ocho cajas. Esos recipientes eran semejantes a contenedores de un metro de alto, oscuros, de plástico, con forma rectangular. Allí estaba lo que podría suponer la condena de Flores, cerca de 7.000 entradas más de las permitidas. 

Por eso, pasadas las 05.00 horas de la madrugada, fuentes policiales explican cómo en las imágenes de las cámaras de seguridad del Arena se puede observar a alguien caminando desde los toldos hacia un lateral arrastrando una de las urnas. Las demás la seguirían después. 
El camino, en realidad, fue el mismo que siguió la marabunta desviada por un empleado de Diviertt cuando, al ver la entrada habitual al Arena demasiado congestionada, decidió bajar al gentío por unas rampas que dan a la pista central por un portón diseñado para introducir camiones directamente en la planta 0 del pabellón. Sólo que, al entrar en el edificio, las cajas fueron conducidas no de frente hacia el escenario, sino a la izquierda, por unas puertas que, en realidad, Diviertt no podía utilizar. 

Las grabaciones de las cámaras de seguridad, según fuentes policiales, muestran cómo se llevaron las urnas hasta el llamado pabellón Satélite del Arena, un edificio inmenso pegado al de la tragedia. Un bloque que no había sido alquilado por Diviertt, aunque los trabajadores sabían de su acceso por otras fiestas. 
Además de un par de entradas cerca de la explanada donde estaban las taquillas de Halloween, el Satélite tiene un acceso directo desde el propio Arena. Los agentes de Homicidios se afanaron durante las primeras dos semanas en localizar las entradas, y se daba por seguro que serían halladas en la inspección ocular del 13 de noviembre, pero no fue hasta el día 16 cuando fueron encontradas por la Policía Judicial. 

Según las mismas fuentes, los agentes solicitaron a empleados de Madrid Espacios y Congresos que abrieran un gran portón rodante que da acceso al Satélite, y estos no entendían el motivo: Diviertt no había alquilado ese espacio. Nada más abrirlo, las ocho urnas estaban esperando a los agentes. En el recuento, una semana después, emergería el motivo de tanto misterio: en vez de las 9.650 entradas que dijo haber vendido Flores, allí dentro había 16.791 tickets.

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