lunes, 10 de diciembre de 2012

La nube de internet ya consume el 1,3 % de la demanda eléctrica mundial



La Revolución Tecnológica del siglo XXI se asienta sobre unos cimientos de la Revolución Industrial del siglo XIX. Si seguimos el rastro de la inmaculada página web de Google, podemos acabar en la chimenea de una térmica. Aunque no lo parezca, internet mancha. 
Internet mancha porque consume energía en dosis inimaginables. Y la nube -es decir, el almacenamiento de datos en servidores en los que se guarda la información y los programas que luego son utilizados por los usuarios- refuerza esa tendencia. Según la organización ecologista Greenpeace, la nube consumía en 2007 en todo el mundo 623.000 millones de kilowatios/hora. Esa cifra no significa nada hasta que no se la pone en un contexto: «Si la nube fuera un país, sería el quinto del mundo con mayor consumo eléctrico», solo por detrás de EEUU, China, Rusia y Japón, según se afirma en el estudio How Green Is Your Cloud, publicado por ese grupo el pasado mes de abril. 

La nube, de hecho, ya consume tanta electricidad como Brasil y Reino Unido juntos -o dos veces y media lo que España-, y está empezando a obligar a cambiar la infraestructura eléctrica en algunos países. En 2011, Estados Unidos inauguró una línea de alta tensión de más de 300 kilómetros de largo y que exigió una inversión de 800 millones de euros entre las montañas de Pennsylvania y el norte de Virginia, donde se encuentran los servidores que proveen aproximadamente el 50% de los servicios de internet del país. 
Allí, en un paisaje de chalés típico de las ciudades de EEUU -a fin de cuentas, esa zona constituye el extrarradio de Washington y en ella están dos de los tres aeropuertos de la capital de EEUU- las empresas de internet han aprovechado almacenes y hasta silos agrícolas para organizar sus servidores. Esos servidores son el corazón de la nube, y también la principal fuente de consumo energético. 

Un servidor es una colección de cientos de ordenadores que fundamentalmente almacenan datos. Pero, desde el punto de vista energético, su uso no podría ser más ineficiente. Un estudio de la empresa especializada en gestión de energía Viridium Software, citado por The New York Times, detectó que el 75% de los ordenadores de los servidores podrían estar funcionando a menos de un 10% de su capacidad computacional. Otro análisis del gigante de la consultoría McKinsey muestra que entre el 88% y el 94% de la energía que se usa en los centros de datos se destina a operaciones destinadas a mantener en marcha la nube y otros servicios informáticos. El resto, simplemente, se emplea en tener funcionando a ordenadores que no están haciendo básicamente nada. 

Ese despilfarro tiene su razón de ser: los consumidores hemos asumido que acceder a Google desde el iPhone es un derecho divino, de modo que las empresas no quieren correr el riesgo de que haya un apagón de internet si en un momento dado se dispara el acceso a la red. Eso, a su vez, les lleva a tomar medidas de precaución extra. En Virginia, muchos servidores tienen generadores eléctricos que funcionan con gasoil. El problema es que algunas empresas online no gestionan esas actividades con el mismo cuidado con el que actualizan sus páginas web. Sólo en los últimos tres años, el gigante de la distribución Amazon.com ha sido sancionado 24 veces por las autoridades de Virginia por violar las normas medioambientales en sus servidores, incluyendo tener y operar generadores eléctricos sin autorización. 

Pero las empresas -y los Gobiernos- quieren mantener a sus centros de datos en funcionamiento al precio que sea, máxime en una época en la que los ciberataques (muchos procedentes de China y Rusia, pero también de competidores) son una amenaza constante. Para una empresa de internet la definición de catástrofe es lo que le pasó a Amazon el 30 de junio, cuando una descomunal tormenta en el área de Washington generó vientos de 150 kilómetros por hora que tumbaron el suministro eléctrico durante más de 24 horas a un servidor que también acogía al servicio de vídeos online Netflix y las redes sociales Instagram y Pinterest. 

La cuestión es que en el mundo existen unos tres millones de servidores, según una estimación de la consultora International Data Corporation. Solo Google tiene 11 -seis en EEUU y cinco en otros países- que consumen la misma electricidad que 280.000 viviendas. En total, el investigador Robert Bryce, del think tank estadounidense Manhattan Institute, calcula que los servidores de todo el planeta consumen el 1,3% de la demanda mundial de energía eléctrica. 

La nube fomenta el uso de dispositivos con acceso a internet, lo que a su vez incrementa el consumo eléctrico y aumenta la demanda de servidores. Se estima que sólo este año el tráfico de datos y de mensajes a través de dispositivos móviles ha crecido un 133%, y el consumo eléctrico de los servidores un 19%. Aunque la eficiencia energética de estas instalaciones -y, en general, de todo el sector de la electrónica e informática- avanza muy deprisa, no compensa el aumento del consumo. 

¿De dónde proviene esa energía? Eso depende de los países, pero el estudio de Greenpeace antes citado dejaba claro que las industrias nuevas a menudo usan energía antigua. Hay compañías como Google, Apple (que está construyendo una de las mayores plantas de energía solar de EEUU para abastecer a una de sus bases de datos) o Dell que están moviéndose rápidamente hacia el uso de energías renovables y que se han fijado como objetivo tener una huella de carbón cero en unos pocos años. En Finlandia hay bases de datos que venden el calor que producen sus ordenadores a ciudades, que lo emplean como calefacción. 

En último término, es un problema de escalas. Como escribió el experto en centros de datos de Amazon William Hamilton en su blog a principios de este año, un centro de datos de 50.000 metros cuadrados (algo menos de 10 campos de fútbol) en el Noroeste de EEUU-una zona de abundantes precipitaciones- necesita para funcionar un parque solar de 16 kilómetros cuadrados. 

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