martes, 2 de octubre de 2012

Fiorenza Cedolins



Confiesa que decidió ser cantante lírica con 19 años, cuando escuchó a la Caballé en Il Trovatore. «Me pareció un milagro artístico y expresivo. Me impresionó tanto la nobleza del canto, la composición y la sensibilidad que me dije que eso lo iba hacer yo». 
Fiorenza Cedolins actúa el próximo día ocho de octubre en el Nuevo Teatro Alcalá acompañada por Geraldine Chauvet en un recital que forma parte del ciclo Fanópera, un certamen apadrinado por Manolo Sanchís. Para los sorprendidos, que no haya confusión alguna, el futbolista, ex estrella del Real Madrid, es un apasionado de la ópera y un gran entendido. 

La carrera de Cedolins no ha resultado una trayectoria nada fácil. Nacida en Friuli (Italia), en el seno de una familia modesta, pero amante de las bellas artes, su carrera es el reflejo de que lo que realmente vale en esta vida es el tesón, el amor propio y la profesionalidad, frente a otros izados a la cima de la popularidad a merced de operaciones de marketing programadas. 
Hoy por hoy, Fiorenza Cedolins posee una de las voces líricas de registro amplio y la maneja con una musicalidad sorprendente. 

Su padre siempre ejerció gran influencia sobre ella. Así, cuando le confesó que quería dedicarse al canto le dijo: «Serás una muerta de hambre y tendré que alimentarte toda la vida. Si deseas dedicarte al canto es cosa tuya». Siempre estuvo ahí. 
Es una de las cantantes favoritas de Zubin Mehta y Daniel Oren. Ella ha trabajado mucho con los dos. Del maestro Mehta admira la musicalidad, la concepción global que tiene de las obras y del maestro Oren, el profundo conocimiento de las partituras, su musicalidad y su atención a los cantantes. 

Debutó en 1992 en el Teatro Carlo Fenice de Génova con el papel de Santuzza. Una pequeña locura que aceptó porque ningún teatro quería contratarla. Se arriesgó, pensando que por lo menos el público escucharía su voz. Y vaya que la escuchó. Ese día, en el patio de butacas estaba el director del Festival de Split (Croacia), se acercó a la diva y le dijo que necesitaba una cantante para hacer Mozart y Rossini, pero estaban en guerra y no tenían dinero. Ella aceptó la propuesta sin dudar un instante. 

Con tan sólo 27 años, la Cedolins cantó allí Salomé, Il Trovatore, el Requiem de Verdi, La Bohème, incluso, arias de concierto de Mozart. Al finalizar su estancia en Split, en 1996, se presentó al concurso de voces Luciano Pavarotti y lo ganó. Esta victoria le dio la oportunidad de cantar Tosca junto al gran tenor italiano en el Teatro de la Ópera de Filadelfia. Desde entonces no ha parado, se ha paseado por los grandes escenarios del mundo entero. 

En Madrid debutó en el Teatro Real con Luisa Miller bajo la batuta de Jesús López Cobos en 2005. Enamorada de Verdi, mantiene vivo un sueño, «una pequeña locura», interpretar todos los papeles femeninos del compositor italiano. 

La última vez que estuvo en Madrid fue con Andrea Chenier, una representación que estuvo repleta de sustos. En la función del día 25 de febrero, debido a un problema técnico, durante algunos minutos del primer acto se escuchó en la zona de paraíso de la sala el sonido que normalmente se destina al foyer del teatro durante las representaciones. Este hecho produjo una percepción acústica distorsionada que suscitó la queja de algunos espectadores. 

Los artistas vivieron unos minutos difíciles, pero Fiorenza Cedolins se dirigió al público con la elegancia y el aplomo de la diva que es y se ofreció a comenzar de nuevo. La representación continuó y los protagonistas lo dieron todo en el segundo acto. El aria de Marcelo Álvarez fue sobrecogedora y la interpretación de la Cedolins impoluta. 
La diva regresa a Madrid con un recital en el que cantará temas de Verdi, Bellini y Puccini, entre otros. Bel canto de calidad.

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